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jueves, 16 de agosto de 2012

Economía para bárbaros, capítulo 7: La inflación

Las cosas parecían ir bien en Econos. Los bárbaros se sentían protegidos en el interior de sus nuevas y altas murallas de piedra, que sustituían la vieja empalizada de madera, mientras los soldados vigilaban el horizonte desde las altas torres que se habían levantado. Caminaban por las calles empedradas y se paraban a conversar en las plazas ajardinadas y por las noches dormían tranquilos en sus cada vez más lujosas casas. Aparentemente, una vida sin problemas.


Pero todo en esta vida tiene sus problemas. Los bárbaros que regentaban tiendas, viendo como cada día vendían todas sus existencias, sin importar cuantas tuvieran, decidían subir los precios con el fin de obtener más beneficios. Pero no parecía importar a los aldeanos, ya que seguían pudiendo permitirse sus nuevas y lujosas formas de vivir, así que los vendedores seguían aumentando sus precios y vaciando a diario sus almacenes.

Pronto los bárbaros se dieron cuenta de que las cosas cada día eran más caras y entraron en pánico: si querían algo tenían que comprarlo cuanto antes, ya que luego sería más caro.

El precio de las cosas estaba empezando a convertirse en un problema. Estadonio cada vez se veía más forzado a ordenar que se acuñara más moneda, ya que cada vez se necesitaban mayores cantidades de dinero para comprar menos cosas. Además, se había dado cuenta de que ya nadie abría negocios, ya que al parecer nadie tenía suficiente dinero ahorrado para hacerlo, ni tampoco la intención de ahorrarlo. Y por si fuera poco, los aldeanos exigían mejores salarios para poder permitirse seguir gastando como lo hacían antes.

Estadonio, que ya había aprendido que limitar los precios solo traía más problemas, pidió consejo a Keynesonia, su mujer, ya que ella parecía entender mejor lo que estaba ocurriendo. Keynesonia le propuso algo que no esperaba: debía aumentar los impuestos, dejar de ordenar construcciones públicas y no seguir emitiendo moneda.

Pero Estadonio no entendía nada. ¿Por qué debía aumentar los impuestos si no iba a hacer más obras públicas? Y la gente necesitaba más moneda, ¿por qué no emitirla? ¿Ese tipo de cosas no enfadarían a sus súbditos?

Pero lo que Keynesonia pretendía era sencillo: quería enfriar la economía. Subiendo los impuestos y parando las obras públicas se conseguiría que los aldeanos no dispusieran de tanto dinero para gastar y limitaran su demanda, mientras que dejar de emitir moneda haría aumentar el valor de la misma. Keynesonia entendía que la moneda no era más que otro bien, y que cuanta más hubiera en circulación menos valiosa sería. Pero Estadonio seguía sin estar convencido de todo esto. ¿Qué oscuro futuro le esperaba a la aldea?


¿Qué han aprendido los bárbaros?

Han aprendido lo que es la inflación. Al aumentar la demanda han aumentado los precios, y al emitir más moneda, ésta ha perdido valor. En general, una inflación moderada es un signo de crecimiento de la economía, y por tanto, es positiva. Pero una inflación elevada se convierte en un problema, ya que se pierde poder adquisitivo y se deja de ahorrar, debido a que se entiende que el dinero ahorrado perderá su valor rápidamente.

La solución Keynesiana para la inflación es hacer lo contrario a lo que se haría en tiempos de crisis: hay que aumentar impuestos, disminuir el gasto público y dejar de emitir moneda con el fin de ralentizar la economía. Sin embargo, estas medidas nunca se llevan a cabo por la impopularidad política que supondrían.

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